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El extinto Yevgueni Víktorovich Prigozhin, propietario del Grupo Wagner, antes de que su profunda amistad con el camarada Vladimiro se fuese al carajo |
Mercenario, del latín MERCENARIVS, asalariado. El palabro proviene a su vez de MERCES, salario, paga o recompensa. Por ello, y según mi paisano Isidoro, MERCENNARII
SVNT QVI SERVIVNT ACCEPTA MERCEDE, uséase, los asalariados son los que sirven aceptando una paga. Originariamente, el término mercenario no tenía las connotaciones militares que adquirió bastante pronto. Un mercenario era simplemente eso, un fulano a sueldo para desempeñar cualquier trabajo, si bien algunos afirman que eran contratados más concretamente para vigilar mercancías, tanto en almacenes como en las caravanas. Es bastante razonable pensar que estos sujetos, que obviamente debían ir armados para quitarse de encima a los amantes de lo ajeno, acabaran derivando en su contexto puramente militar. Aclarado el origen del palabro, procedamos con un breve
INTROITO
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Reclutamiento de honderos |
Las tropas a sueldo son más antiguas que la tos. Desde hace siglos, los reinos o territorios que no disponían de suficiente personal para enfrentarse con el vecino optaban por contratar probos homicidas para defenderse. Obviamente, el agresor también tenía la opción de hacer lo mismo para aumentar sus efectivos y asegurarse así la victoria. En otros casos, se recurría a los mercenarios especializados, es decir, hombres especialmente diestros en algún desempeño del que carecían las tropas propias. Ya vemos como ejércitos muy bien entrenados, como el romano o el cartaginés, no dudaban en contratar honderos baleares para brear a golpe de glande a los enemigos, o jinetes númidas famosos por su destreza para combatir a caballo. La lista sería interminable pero, lo más significativo en estos casos, es que los mercenarios solo tenían fidelidad a su paga. De hecho, primates de la misma nacionalidad podían combatir en bandos enfrentados, deseando quizás más de uno toparse con sus cuñados para apiolarlos sin tener que dar explicaciones a la parienta. Un preclaro ejemplo lo tenemos en Rodrigo Díaz, nuestro glorioso héroe nacional que, desterrado por el memo de Alfonso VI, no dudó en ponerse al servicio del emir de Zaragoza con su mesnada y dar mogollón de estopa tanto a moros como cristianos. En resumen, el oficio de las armas se convirtió en algo bastante lucrativo para los que pasaban de destripar terrones o estrujar a diario ubres vacunas para ganarse el sustento.
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Lansquenetes tomándose un descanso, que saquear cansa una burrada |
Por razones obvias, retrasarse en el cumplimiento de los pagos pactados era lo peor que se podía hacer. A estos fulanos les daban cien higas bélicas las ideologías, los motivos por los que luchaban o si el que los contrataba prefería las gambas a los langostinos siempre y cuando su salario fuese abonado sin demora. Está de más decir que unas tropas compuestas por combatientes de élite podían ponerse muy desagradables llegado el caso, y no dudaban en enfrentarse a los que hasta cinco minutos antes habían sido sus compañeros para rebanarles el pescuezo o saquearles cualquier ciudad para cobrarse por su cuenta y, de paso, desfogar sus humores viriles con las ciudadanas. Tenemos mogollón de ejemplos a lo largo de la historia, desde la Guerra Sin Tregua (241-237 a.C.), desencadenada por los 20.000 mercenarios de Giscón al servicio de Cartago tras la Primera Guerra Púnica, al Saco de Roma, perpetrado en 1527 por lansquenetes alemanes a sueldo del emperador Carlos con la pequeña ayuda de las tropas españolas, que tampoco cobraban y estaba un poco irritados.
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Mercenarios suizos en acción. Estos homicidas estaban especialmente cotizados por su disciplina y su fiabilidad en el campo de batalla |
La época dorada de los mercenarios tuvo lugar durante el Renacimiento, cuando los condottieri italianos, los mercenarios suizos y todos los frikis de la guerra de Europa se enrolaban a las órdenes de cualquiera que levantase en armas un grupo de homicidas para tomar parte en las interminables guerras que asolaron el continente entre los siglos XV y XVII. Curiosamente, en aquellos tiempos, el oficio de mercenario no tenía las connotaciones chungas actuales. De hecho, mogollón de suizos se dedicaban a eso porque en su país, escaso de recursos naturales y de oficios como la agricultura o la ganadería, optaban por convertirse en soldados a sueldo. Esto ha durado hasta nuestros días ya que, al cabo, la Guardia Suiza del Vaticano no son sino los tataranietos de los mismos suizos que velaban por la seguridad del pontificado en una época en la que los papas se ocupaban más del siglo que de Dios. Su declive comenzó cuando los países europeos empezaron a tener estructuras estatales más organizadas y ejércitos permanentes, lo que hizo que el papel del soldado a sueldo menguase notoriamente, viéndose reducido a pequeños grupos reclutados a nivel colonial o tropas, digamos, más exóticas como los mamelucos al servicio del enano corso o los gurkas que combatían con los british (Dios maldiga a Nelson).
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Mercenarios portugueses en Angola en 1975 |
No fue hasta mediados del siglo XX cuando los mercenarios resurgieron de sus cenizas. Los procesos de descolonización llevados a cabo en África dio lugar a que muchos estados de nuevo cuño, sin infraestructura ni conocimientos para formar rápidamente un ejército cualificado, obligó a recuperar este viejo oficio contratando ex-militares, ex-policías y ex-psicópatas entre sus antiguos amos. Si a esto añadimos que, además, los conflictos civiles que estallaban cada dos por tres en estas nuevas naciones, más sus guerras entre ellos por cuestiones territoriales, tribales o de odios milenarios, pues África se convirtió en un semillero de mercenarios que, prácticamente sin nadie con la suficiente autoridad para controlarlos, empezaran a hacer crecer el concepto de mercenario = homicida sociópata a sueldo. Algunos que ya peinen canas o no tengan nada que peinar puede que recuerden las andanzas de estos fulanos en el Congo Belga, Biafra, Angola o Rodesia, donde perpetraron bastantes canalladas y tal. Se pasaron tres pueblos, lo que obligó a la comunidad internacional a tomar cartas en el asunto, si bien tampoco es que se lo tomaran con mucha premura. En 1977 se firmaron los Protocolos de Ginebra, los cuales no entraron en vigor hasta 2001, tras lo cual quedaba prohibido entrenar, contratar o emplear mercenarios... al menos oficialmente, pero quien inventa la ley inventa la trampa y, como suele pasar, una cosa son los tratados que se firman de cara a la galería y otra lo que los gobiernos hacen bajo cuerda.
LOS MERCENARIOS ACTUALES
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Mobutu Sese Seko, mandamás del antiguo Congo Belga hasta su derrocamiento en 1997. Éste fulano y otros como él eran los principales contratistas de mercenarios |
Bien, ya hemos visto cómo fue el devenir de los homicidas profesionales hasta que, de cara a la galería, fueron abolidos para callar a los grupos pro-derechos humanos, los del Kumbaya y, en general, a la opinión pública que veía la de cosas feas que se habían perpetrado en África, aunque sin tener en cuenta que estos fulanos habían sido contratados, pagados y mandados por líderes africanos. Pero como los que salían en los telediarios y la prensa eran primates blancos con jetas de vikingos cabreados, pues nadie parecía caer en la cuenta que los que estaban detrás eran primates negros que aparecían en los telediarios y la prensa muy sonrientes, rodeados de compadres que los jaleaban y vistiendo trajes hechos a medida en Londres y con los dedos llenos de anillos de oro gordísimos.
Por otro lado, las potencias occidentales no estaban por la labor de perder su influencia de la noche a la mañana, y menos aún que determinados países optaran por cambiar de aliados y no poder seguir aprovechando sus recursos naturales que, obviamente, el pueblo no aprovechaba o, mejor dicho, no podían aprovechar porque sus líderes, sátrapas modernos, se los gastaban en mantenerse en el poder. Pero como el sátrapa ya no podía contratar mercenarios y los países occidentales no podían enviarlos, se inventaron las empresas militares privadas, unos entes que, desde su creación, han estado siempre flotando en un limbo legal, una zona gris que los organismos internacionales no han sabido o no han querido aclarar. De hecho, en muchos casos estas empresas se ven sometidas a las reglas del país dónde operan, y pueden ser legales en unos y en otros no. Y, por otro lado, la disminución de efectivos policiales y militares en la mayoría de países desarrollados obligó a que muchas funciones que antaño eran desempeñadas por personal dependiente directamente del estado fueran sustituidos por... "mercenarios".
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Mercenario del siglo XXI. Nada en su indumentaria, su actitud y su armamento lo diferencian de un policía |
Seguramente, nadie ha caído en la cuenta de que un simple segurata es un MERCENARIVS. De hecho, cumple al pie de la letra la definición que daba mi paisano Isidoro ya que cobran un estipendio por hacer un servicio, en este caso vigilar un organismo oficial, un banco, un centro comercial o una discoteca. Las empresas de seguridad privada son simple y llanamente mercenarios que van armados y tienen potestad para hacer uso de la fuerza llegado el caso. Si un atracador se presenta en un banco con la intención de hacer un reintegro masivo aunque no tenga cuenta abierta en el mismo y el segurata le mete dos balazos en la jeta, acaba de actuar como un mercenario en toda regla, pero nadie cae en ese sutil detalle. Basta ese ejemplo para ver cómo el concepto de mercenario ha sido sutilmente disfrazado, de forma que ya no se muestran como feroces homicidas, psicópatas inadaptados o soldados de fortuna, sino como abnegados servidores del bienestar y la seguridad públicos.
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Uno de los cometidos más habituales de las empresas militares privadas es la protección de funcionarios civiles en lugares en los que cualquier fulano con el cerebro lavado se te arrima y te convierte en comida para gatos cuando detona su chaleco cargado con 10 kilos de C4 |
Y en lo tocante a las empresas militares privadas, pues nos encontramos con algo similar, pero de mucha más envergadura. Si un país occidental necesita intervenir en cualquier parte del mundo sin que nadie pueda acusarlos de injerencia, aunque todos sepan quién está en el ajo y nadie tenga pruebas pero tampoco dudas, pues recurre a este tipo de empresas que, como dijimos, se mantienen en una zona gris que, hasta ahora, nadie ha sido capaz de aclarar. Y no crean que hay unas cuantas, no... son miles las que hay repartidas por el planeta, y dedicadas no solo a enviar fulanos con jeta de perros de presa a matar civiles acojonados, sino a otras cuestiones que, en apariencia, se salen del cometido típico del mercenario: labores de inteligencia, infiltración, seguimiento de malos malosos, hackers, espionaje, protección de personalidades, de buques, etc., etc., etc. Hablamos de legiones de empresas con miles de empleados en algunos casos, y que actúan dónde nadie puede saber o, al menos, demostrar que trabajan a las órdenes de tal o cual gobierno. Si se habla de empresas privadas de este tipo, la primera que se nos viene a la mente es la famosa Blackwater Security Consulting (luego cambiaron de nombre), que tras esa fachada que suena a firma dedicada a diseñar la seguridad de un evento en plan final de copa del mundo de balompié, ya sabemos lo que hay. Los fulanos de Blackwater han estado en el ajo de todos los conflictos en los que han intervenido los yankees en los últimos 25 años, y ha trabajado codo con codo con el ejército estadounidense haciendo lo que los estadounidenses no podían o no querían hacer porque solían ser cosas feas que su opinión pública rechazaría. En todo caso, a los de Blackwater les resultaba más fácil infiltrar a un fulano con jeta moruna, trincar a un cabecilla local de la insurgencia afgana o iraquí, apretarle las clavijas y localizar al jefe supremo, tras lo cual pasaban la información al ejército para que le mandaran un dron a que lo vaporizase mientras oraba a Alláh y lo mandase a gozar eternamente de sus 72 huríes.
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La inseguridad de las aguas cercanas al Cuerno de África a causa de los piratas somalíes ha permitido crear otro nicho de mercado para los mercenarios modernos. Ahora saben que al asaltar un mercante no los rechazarán con chorros de agua, sino a tiro limpio |
Bueno, así son, de forma muy resumida, los mercenarios modernos. Como vemos, no tienen nada que ver con los honderos baleares ni los lansquenetes alemanes. Son currantes de empresas legalmente establecidas, que pagan sus impuestos y tal, que cobran su salario mensual más los extras derivados de determinados servicios de los que nadie tiene noticia y que, casi en su totalidad, son ex-militares que prefieren la adrenalina y un jugoso estipendio antes que verse languidecer en una oficina o vendiendo pólizas de seguros. En cuanto a la empresas, está de más decir que, aunque ofrecen sus servicios a cualquiera que los contrate, suelen tener estrechos vínculos con los servicios de inteligencia de sus países de origen, con los que suelen colaborar e intercambiar información. Y, por último, tenemos empresas como el dichoso Grupo Wagner, que podríamos decir que, más que una empresa privada, es una extensión de facto del ambicioso camarada Vladimiro, que hace unos años empezó a oír voces que le decían que era una reencarnación de Pedro el Grande y se empeñó en ser el nuevo zar rojo, una especie de padrecito Iósif, pero capitalista.
EL GRUPO WAGNER
Desde su formación, esta empresa ha estado y está envuelta en un halo de misterio. Pero no de misterio peliculero, sino porque los servicios de inteligencia occidentales no han sido capaces de conocer a fondo quién la creó y cómo comenzó su andadura. Estas empresas suelen estar conectadas con otras que, a su vez, dependen de grandes grupos radicados en paraísos fiscales, de forma que es prácticamente imposible saber poco más que lo que ellos permitan conocer. Así pues, mejor vayamos por partes para no liarnos.
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Prigozhin haciéndole la pelota al camarada Vladimiro en uno de sus lujosos restaurantes. Su entrañable amistad acabaría de muy mala manera, como es de todos sabido |
Por lo general, se considera como fundador del Grupo Wagner a Yevgueni Víktorovich Prigozhin, apodado como "el cocinero de Putin" o "el chef de Putin". Pero ojo, eso es un simple mote creado por Alexéi Anatólievich Navalni, un activista anti-Putin que, como todos los enemigos del camarada Vladimiro, fue eliminado para que no diera más la murga, en este caso envenenado con vete a saber qué porquería. El mote hace pensar que Prigozhin fue un simple cacerolas que cayó en gracia al Vladimiro y se hizo de pasta gracias a eso, pero la realidad es que hablamos de un oligarca multimillonario con mogollón de empresas de catering y restaurantes de lujo frecuentados por la alta sociedad rusa incluyendo a Vladimiro, gracias a lo cual trabó una cordial relación con él... de momento. Entre 2013 y 2014- tampoco se sabe con certeza la fecha- Prigozhin creó, o quizás se sumó como accionista, el Grupo Wagner. Esto tampoco se sabe a ciencia cierta, pero es más que probable que este fulano, a través de sus numerosos contactos políticos, se viera inducido a invertir en una empresa militar privada como una forma de ampliar sus inversiones. Las ambiciones de Vladimiro y sus ansias por aumentar su influencia de África hacían apetecible el asunto, y más si tenemos en cuenta que ni la UE ni los yankees se tomarían bien la intervención de Rusia en un continente dónde habían apoyado a dictadores como Gadafi, Al-Ásad o Sadam Huseín, contra los cuales Occidente, encabezado por Estados Unidos, había gastado muchísimos esfuerzos, dinero y sangre para mandarlos al carajo. Por lo tanto, nada mejor que enviar a una empresa privada que, para despejar posibles sospechas, en aquel momento incluso era ilegal en Rusia. De hecho, según las leyes de aquella época, la participación de un ruso en conflictos armados de otros países podía castigarse con hasta siete años de cárcel, y la financiación, reclutamiento y entrenamiento de mercenarios, con hasta quince años en una de las tenebrosas prisiones rusas cuyo máximo exponente es el Delfín Negro, lo más parecido a un infierno bajo cero.
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Dos homicidas profesionales del Grupo Moran en un petrolero |
Así pues, se relaciona al Grupo Wagner con otros dos, el Cuerpo Eslavo, creado por Vadim Gusev y Evgeniy Sydorov en 2013, y el Grupo de Seguridad Moran, formado por Boris Chikin a finales de los 90. Éste último, radicado en Belice porque en Rusia, como decimos, era ilegal, se dedicaba a la protección del transporte marítimo, ganando millones a paletadas trabajando para navieras como Sovcomflot, FEMCO, Murmansk Shipping y United Marine. En cuanto al Cuerpo Eslavo, su principal misión era la seguridad de las instalaciones petrolíferas de Deir ez-Zawr, al este de Siria, donde al parecer no tuvieron mucho éxito a causa del constante hostigamiento de grupos insurgentes deseosos de acabar con el poder de Al-Ásad, firme aliado de Rusia. Y ahora me dirán: ¿Y qué leches tienen que ver estos con el Wagner? Pues, al parecer, digamos que las tres empresas tenían los mismos accionistas incluyendo a Prigozhin, dedicándose cada una a un determinado nicho de mercado sin que, aparentemente, estuvieran relacionadas. ¿Qué cómo se sabe, si de estos fulanos no se sabe casi nada? Bueno, digamos que se relacionan nombres y entonces las cosas cuadran un poco.
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Dmitry Valeriévich Uktin 1970-2023 |
Dmitry Valeriévich Uktin, alias Wagner. Sí, ese fulano de la foto es "el eslabón perdido" a quien, como ven, debe su nombre esta controvertida empresa. Ahí lo pueden ver. Acojona, ¿qué no? Observen que en los hombros lleva tatuados los parches de cuello de las SS, y en el lado derecho del pecho el águila del uniforme alemán. Digamos que podía ir con el uniforme de las SS hasta cuando se duchaba. Bien, es más que evidente que Uktin era bastante aficionado al nazismo y, al igual que el ciudadano Adolf, un apasionado de Wagner, de quien tomó su nombre de guerra. Este sujeto no era un simple chalado, que conste. De hecho, antes de meterse a mercenario había tenido una carrera militar bastante notable. Había servido en el GRU (Главное разведывательное управление, Glavnoye Razvedyvatelnoye Upravleniye), el servicio de inteligencia militar ruso, y se largó de ejército en 2013 siendo teniente coronel del 700º Destacamento de Intervención de la 2ª Brigada Spetsnaz, precisamente dependiente del GRU. Está de más decir que Uktin no era el típico licenciado que, con solo 43 años, se dedicaría a pasar el resto de su vida contando batallitas en el bar poniéndose hasta las cejas de vodka, por lo que se unió inicialmente al Grupo Moran para hacer cruceros armado hasta los dientes y dar estopa a los malvados somalíes. Aquel mismo año se pasó al Cuerpo Eslavo que, tras su fiasco en Siria, acabó bastante maltrecho, pero Uktin tenía muy buenas relaciones con sus antiguos colegas del GRU, y en aquel momento el camarada Vladimiro consideraba que había sonado la hora de poner en marcha su plan imperial invadiendo Crimea y el Donbás como primer paso para aumentar los ya de por sí inmensos territorios de la Santa Madre Rusia.
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Columna de VCI's rusos durante la ocupación ilegal de Crimea. Algún día, Rusia deberá pagar cara esta felonía |
En 2014, el camarada Vladimiro ordena poner en marcha la invasión de Crimea, y aquí comienza el verdadero protagonismo del Grupo Wagner que, no lo olvidemos, en teoría era ilegal en Rusia. Pero al Vladimiro le daban varias higas soviéticas los legalismos porque, cuando se invade por las buenas un país sin provocación ni motivo previos, hay que hacer cosas feas que el ejército regular no puede llevar a cabo, y menos en una época en la que, gracias a las redes sociales, lo que ocurre en el polo norte se sabe en el polo sur en dos minutos o menos. Por esta serie de motivos, el Wagner actuó a la sombra del GRU en operaciones muy concretas que, naturalmente, no debían trascender bajo ningún concepto. Así, fueron los encargados de ocupar a base de audaces golpes de mano instalaciones militares ucranianas cuyos defensores estaban en la inopia, operaciones de reconocimiento, sabotaje y escolta de los principales líderes pro-rusos de Crimea y el Donbás y, como es habitual en estos casos, eliminación de personas non gratas cuya permanencia en el planeta no es nada deseable. Toda esta serie de operaciones podrían atribuirse a separatistas ucranianos que actuaban por su cuenta, y no a una empresa financiada por el Kremlin. En aquel momento, el Grupo Wagner contaba- en teoría- con unos 2.500 efectivos que, a pesar de su escaso número, rindieron un servicio altamente satisfactorio.
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Esto es lo último que al camarada Vladimiro se le habría pasado por la cabeza el 23 de febrero de 2022 |
En febrero de 2022, el camarada Vladimiro considera que ha llegado el momento de dar un paso más y ordena invadir Ucrania a pesar de que el día antes juraba por sus muelas que esa idea jamás se le había pasado por la cabeza. Obviamente, el Grupo Wagner estaba invitado a la fiesta, y en esta ocasión con sus efectivos ampliados a 5.000 hombres, un 75% de los cuales eran de nacionalidad rusa. Y como seguían siendo oficialmente ilegales, pues era el momento de legalizarlos porque el desempeño de estos mercenarios sería en esta ocasión mucho más... vistoso, y no podrían colarse como simples operaciones llevadas cabo por separatistas en un país que, no solo no tenía separatistas, sino que odiaba a muerte a los rusos. Así pues, en junio de aquel mismo año se modificó la ley para especificar que la prohibición de crear grupos de mercenarios se aplicaría solo a los grupos armados que operasen contra los intereses rusos. Como es evidente, era una ley ad hoc para que el Wagner tuviera carta blanca para actuar en Ucrania como una fuerza de élite mercenaria en un momento en el que- en teoría- poderoso ejército ruso se mostró al mundo como una birria de ejército, con tropas mal entrenadas y peor equipadas que no cumplieron el vaticinio putinesco de tomar Kiev en 72 horas. No vamos a redundar en esto, pero ya sabemos que el ejército ucraniano no solo detuvo al "poderoso" ejército ruso, sino que lo rechazó y les llevan causadas ya más de un millón de bajas, una cifra simplemente astronómica en una guerra moderna, aparte de la ingente cantidad de material de todo tipo.
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Prigozhin con dos de sus amados homicidas. Este tipo de líderes suelen tener una gran capacidad para establecer fuertes vínculos con su gente |
El reconocimiento del Grupo Wagner como una empresa legal supuso una serie de cambios notable. Los entrenamientos los llevaban a cabo en instalaciones del ejército ruso, sus heridos o enfermos eran atendidos en hospitales rusos, y sus estipendios eran superiores a los miembros del ejército regular, cuyas familias incluso esperan hasta el infinito y más allá para recibir las indemnizaciones por la muerte en combate de algún pariente. El ejército da largas para no soltar la pasta, y si el pariente fue reducido a pavesas en un T-72 por culpa de un dron ucraniano y se le considera desaparecido o, más bien, desintegrado, pues la familia no cobra porque nadie puede demostrar que Ivan Ivanóvich está más muerto de Carracuca. Sin embargo, el Wagner paga generosamente a su personal. Los novatos cobran 80.000 rublos (unos 850 €) mensuales durante su período de entrenamiento en el campo de Molkino, una base dependiente del GRU al sudeste de la ciudad de Krasnodar. Si son enviados a Siria o Ucrania, la cifra sube a 120.000 del ala (unos 1.300 €), y si palman en combate la familia recibe puntualmente tres millones de rublos (unos 32.300 €). En un país dónde el sueldo medio es de unos 600 € no está nada mal.
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Wagneriano manejando un dron. Esos chismes han cambiado la guerra para siempre |
Pero, ojo, que nadie crea que cualquier pelagatos entraba en el Wagner. Para eso ya está el ejército regular, dónde ya sabemos que no hay precisamente cola en las oficinas de reclutamiento y que decenas de miles de rusos se han largado antes de ser llamados a filas. De entrada, mientras que el camarada Vladimiro se ha visto ya forzado a indultar criminales con tal de que se alisten, el Grupo Wagner no admite a nadie que tenga un historial delictivo, al menos en cuestiones de cierta importancia. Los aspirantes son sometidos a un exhaustivo reconocimiento médico, y las exigentes pruebas físicas hacen que hasta un 20% de ellos sean rechazados, en cuyo caso se limitan a darle un billete de tren o autobús, una palmada en el lomo y los mandan a hacer gárgaras. Una vez dentro del grupo, se ejerce una disciplina férrea en la que no se duda en aplicar severos castigos y, lo que más duele, multas económicas. El personal es adiestrado en operaciones de asalto, conocimientos de artillería, de carros de combate, artillería antiaérea, manejo de drones, conocimientos sanitarios, etc. En resumen, una fuerza autosuficiente.
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Miembros del Grupo Wagner durante su marcha hacia Moscú |
Sin embargo, y a pesar de su eficiencia, ya sabemos cómo acabó la cosa. La resistencia ucraniana y, aún más grave, la corrupción endémica del ejército ruso, hicieron ver a Prigozhin que la fiesta se prolongaría mucho más allá de la madrugada, y que las cosas no eran como le había prometido el camarada Vladimiro. Para más inri, el Wagner no era un grupúsculo que podía ser aplastado por el ejército ruso como si tal cosa, y el conato de golpe de estado iniciado por Prigozhin en junio de 2023 dejaron claro que era el momento de agradecerle los servicios prestados y prescindir de ellos. Los rusos no se cortan un pelo cuando necesitan librarse de indeseables, y en este caso ocurrió lo que tenía que ocurrir. Aparentemente perdonado por el Vladimiro por su pecadillo y aceptando exiliarse a Bielorrusia, el 23 de agosto de 2023, mientras viajaba hacia San Petersburgo, el Embraer Legacy en el que viajaba junto a Uktin y cinco personas más, aparte de tres tripulantes, se desplomó no se sabe cómo y no quedó títere con cabeza. Los miembros del Grupo Wagner aparecieron en las noticias llorando a moco tendido como si hubieran perdido a un padre, pero el camarada Vladimiro lo tenía claro: tres días más tarde, cuando el cuerpo de Prigozhin aún no había recibido sepultura, obligó a los miembros del Grupo Wagner a jurar fidelidad al estado, uséase, a él. A partir de ese momento, el Grupo Wagner era de su propiedad. Por cierto, ¿los han oído mencionar en las noticias desde entonces? Me da la impresión de que los han jubilado anticipadamente o los han enviado a hacer de señuelos de drones. Otras fuentes afirman que fueron transferidos a la Rosgvárdia, la Guardia Nacional rusa, donde igual los han enviado a vigilar las fronteras con Mongolia o China.
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Exequias de Prigozhin. A la derecha de su foto aparece la de Uktin |
En fin, así ha sido la existencia del controvertido Grupo Wagner, que por cierto ha dejado pendientes de solventar mogollón de denuncias internacionales por violaciones de derechos humanos y por ser considerada organización terrorista. En lo que a mí respecta, infiero que Prigozhin vio que la guerra de Ucrania acabaría siendo la tumba del camarada Vladimiro, que la población rusa estaba un poco bastante harta de ver interminables listas de bajas, que la moral del ejército estaba por los suelos, y que quizás era un buen momento para hacer limpieza en el Kremlin y proclamarse mandamás de todas las Rusias. Por otro lado, el Grupo Wagner se estaba convirtiendo en una fuerza peligrosa, un avispón metido en el panal propio que, en cualquier momento, podía acabar con la colmena, así que, como es habitual en estos casos, lo más aconsejable es acabar con la amenaza y santas pascuas.
Bueno, con esto creo que ya pueden hablar del tema con propiedad ante sus odiosos cuñados en las interminables tardes estivales, de modo que acabamos aquí.
Hale, he dicho
CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM
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Típica foto de mercenarios feroces encaramados en un carro de combate. La ferocidad no les sirvió de mucho cuando fue el mismo estado ruso el que se les puso enfrente |